TRADÚCEME

01 junio 2008

Rajoy se encara a los que cuestionan sus principios y avisa de que resistirá


Mariano Rajoy se hizo ayer la foto de familia con los apoyos de sus «barones» territoriales para tomar oxígeno en la larga travesía al congreso. Quedan todavía 20 días y los tambores que anuncian una posible lista alternativa no han callado. En esa foto de familia no estaban dos referentes, mujeres, del Partido Popular: la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que tenía un compromiso familiar, y la todavía presidenta del PP vasco, María San Gil. Quien sí se desplazó hasta Valladolid, aunque no tenía por qué, ya que era un acto en el que se había cursado invitación a los presidentes regionales del partido, fue el alcalde madrileño, Alberto Ruiz-Gallardón.

Por la tribuna fueron pasando uno a uno los presidentes regionales con un discurso bastante monocorde de adhesión al único candidato que ha dicho que se presenta al congreso. Rajoy, por su parte, tampoco se salió de su guión en líneas generales.

Pero le puso sentimiento, como cuando en la campaña de las generales tiró del símbolo de la niña, y también se esforzó en humanizar su candidatura. «Nunca haré conscientemente daño al PP», sentenció. «Si me presento es porque creo que es bueno para el PP, y el futuro ya se escribirá. Lo escribiremos nosotros», añadió.

Ya ha dicho que el momento que atraviesa su partido es difícil, y ayer lo volvió a reconocer, como también se mostró comprensivo con el desconcierto que puedan tener algunos votantes. Para explicar la crisis, apuntó más, como también ya ha hecho otras veces, hacia afuera del PP, y entre reivindicaciones a su independencia advirtió a sus detractores de que las «críticas no van a minar su voluntad».

Frente a la política con minúsculas, él prometió política con mayúsculas. El problema estará fuera, como dice Rajoy, quizás en algún medio de comunicación, como explican «sotto voce» sus colaboradores, pero el mensaje de ayer del «número uno» incluía entre líneas varios toques de atención para los críticos de puertas adentro. «Puedo aceptar que alguien se considere más preparado que yo para presidir el PP. Pero no puedo aceptar, porque no es verdad, que alguien ponga mis principios y mis convicciones en tela de juicio», proclamó ante un auditorio en el que una de las sillas vacías era la de María San Gil.

El mismo Rajoy

Él es el mismo, como reiteradamente sostuvo, en los grandes temas de oposición. Es el caso de la lucha antiterrorista y la política territorial, lo que no es «incompatible» con ese nuevo discurso suyo que aboga por un PP que se mueva, abierto al diálogo con todos y que se mira en el espejo del 96, cuando Aznar llegó a acuerdos con PNV y CiU. «Dialogar no es abdicar de nuestros principios. Llegamos al Gobierno dialogando y pactando», proclamó.

La ponencia política, que recoge los planteamientos de San Gil, es la que debatirá el congreso. Pero la batalla sobre la estrategia futura no la ha ganado la dirigente vasca, reticente incluso a dialogar con los nacionalistas por su deriva soberanista, sino el silente hombre de Rajoy, el diputado José María Lasalle, con el que mantuvo el intenso tira y afloja en la redacción del documento político.

Rajoy se presenta al congreso con la oferta de una oposición constructiva y con un ideario centro-reformista con el que aspira a ensanchar su bolsa de votantes a costa del PSOE. Los problemas reales y el sentido común siguen siendo sus palabras de cabecera. Sabe que su partido rechaza las injerencias externas y eso juega a su favor de cara al congreso. «Lo que sea el PP lo decidimos nosotros. No acepto ni aceptaré de ninguna manera que los compromisarios del PP son unos mequetrefes», proclamó. Prometió sumar e integrar.

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