Más suelto, más libre, más natural: Mariano Rajoy llegó a IFEMA vestido de sí mismo, apareció con el botón de la chaqueta suelto, una camisa «blanco roto» y su corbata talismán roja, la misma que llevó a «Tengo una pregunta para usted». En cambio, José Luis Rodríguez Zapatero entró en el Recinto Ferial Juan Carlos I hecho un figurín de diseño. Y a partir de ahí, aunque parezca frívolo, todo fue así: Manuel Campo Vidal tenía a un lado a un genuino Rajoy y al otro a Zapatero totalmente fiel a los consejos de su gabinete de comunicación.
Rajoy marcó desde el principio el estilo. También el debate. No habló a su adversario, sino sobre todo a los espectadores: «A ustedes, ¿qué les parece?», y «¿cómo se puede decir que España está muy bien?». Rajoy se sabía los temas, los manejó con soltura. Sobre todo, entró en tromba y marcó el resto del debate, ya que superó los ataques personales del presidente del Gobierno centrando todo en el balance de la Legislatura y en los proyectos para el futuro.
A estas horas, los «trackings» escupen opiniones sobre quién ha ganado el primer debate del millón de euros. En estos sondeos, el líder popular tiene complicado sacar cabeza, porque es una apuesta desi-gual de seis contra uno: los votantes de PSOE, IU, CiU, PNV, ERC y Grupo Mixto, todos ellos, frente al PP.
Para mí, Rajoy, esta vez, ha estado más convincente que el televisivo Rodríguez Zapatero, que trató de encantar a los espectadores y a la vez elevar la tensión pero se encontró con un don Mariano natural, cercano, incisivo, que al contragolpe puso al descubierto su mayor falla, la falta de credibilidad que en cuatro años le ha llevado de ser fiable para el 70% de los consultados, a sólo ser de fiar para los convencidos socialistas.
Bien mirado, en realidad, el debate ha sido un buen reflejo de lo que ha sido toda la Legislatura. Un Gobierno obsesionado con el Partido Popular y una oposición que ha sabido golpear al presidente de las cien caras travestido primero de Zapatero, luego de Zetapé y más tarde de Z.
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